¿Existe la persona perfecta? ¿Qué es la perfección? Y sobre todo, ¿perfecto para quién?
Hace unos días vi la película alemana “El Hombre Perfecto” (Maria Schrader, 2021). Una científica acepta formar parte de un estudio para probar unos nuevos robots humanoides que están programados para suplir a las parejas convencionales.
Le asignan un robot “hombre”, el cual su algoritmo ha estado programado con un montón de información no sólo de la IA, sino además entrenado específicamente con los gustos y necesidades de ella, para encajar como su pareja “perfecta”.
Y estas son algunas de las reflexiones que me han surgido y que me parecían interesantes compartir contigo:
¿Qué razones llevarían a alguien a preferir a un robot antes que a una persona, como compañero emocional? ¿Quitar la emoción de la ecuación?
Quizá valdría la pena preguntarnos, ¿por qué tanto miedo a sentir, a exponerse, a comunicarse con el de enfrente y a confrontar?Y eso me lleva a la siguiente reflexión, y es que, este supuesto robot pensado única y exclusivamente para hacernos felices, ¿en qué nos convertiría? Me aventuro a adivinar que en seres caprichosos, egocéntricos (más si cabe), en adultos consentidos que han olvidado lo que es crecer y superarse.
¿Cómo podría entonces hacernos felices algo que siempre es previsible? Algo que nos da la razón desde la condescendencia y el desapego. Algo que es una copia de nosotros mismos y que es incapaz de ayudarnos a ver otros puntos de vista y nos aleja de entender otras realidades y necesidades.
¿Sabes qué es lo más interesante? Me confieso una fan de lo cotidiano. De ese amor del día a día sencillo, del compartir en pijama, del llorar acompañada, del reír de algo que sólo el de delante entiende en vuestra complicidad. Del disfrute con el de enfrente sin tener que adornarlo con máscaras y trucos. De los mocos, de los platos sucios y de las charlas complejas en el sofá. Y justamente me ha sorprendido darme cuenta que más allá de esa supuesta “perfección” que se vende como la solución a los divorcios, las rupturas o la soledad, lo que sucede como resultado es la flagrante ausencia de VIDA.
Sí, el robot sabe lo que quieres, puede darte datos, puede ordenar por ti, te dará la razón y posiblemente sea práctico y convincente. No se cansa, no se queja… Pero ¿a dónde irá entonces tu amor?
De qué servirá prepararle el desayuno (si no come), para qué querrías compartir cama junto a él (si no duerme), qué sentido tendría preocuparte por lo que le pase, quiera o desee (si no siente ni padece)… Entonces ¿dónde está el verdadero sentido del amor? Ahí es cuando amar cobra sentido. Lo que nos hace felices verdaderamente es entregar nuestro amor al otro y amar en sí mismo, más allá de si el otro te da o no, te corresponde o no, hace esto o aquello otro.


Qué maravillosa lección sobre el por qué nos vinculamos a otros. Para compartir y entregar, para ser útiles, no para suplir vacíos, ni para completar nuestras vidas, ni porque el otro sea responsable de mi propia felicidad.
¿Será que la felicidad no está tanto en lo que me dan,
sino en lo que entrego?
El cómo lidiar después con el de enfrente, con nuestros desafíos diarios, con nuestras diferencias o con nuestros miedos, por suerte lo podemos aprender y con ello, transformarnos. ¿Vamos a dejar pasar ese regalo?
Me encantará leer tu visión si decides ver la peli ;)
Te abrazo.
Quizá el planteamiento de sustituir el amor humano por el de una máquina dotada de IA y capacitada supuestamente para colmar toda necesidad conyugal o de pareja, responda también a la robotización misma ,en términos generales en la que se encuentra , y a la que parece encaminarse aún más la humanidad por distintas circunstancias individuales y colectivas.
Dicho esto ,quizá esta reflexión mía ,como la máster del post pueda pensar (no sin razón ,supongo) porque "un poco me conoce ",sea fruto de mi oscuridad relativa subyacente.
No lo se ,yo ahí lo dejo.
Y por cierto ,Sandra ,felicidades por tus publicaciones ,todas ellas bonitas ,útiles y con una carga de profundidad enorme.
Yo también soy fan de lo cotidiano y del amor en la repetición, como explica la película Volveréis. La confianza, el día a día, cuidarse mutuamente, que haya correspondencia. Lo sencillo dentro de lo complicado. Pero, cuando superas cosas, la pareja avanza, crece, construye, se une, mientras exista el deseo de estar juntos.